GUARDIA SUIZA PONTIFICAL Al atardecer del 22 de enero de 1506, un grupo de 150 mercenarios suizos del cantón de Uri, al mando del comandante Kaspar von Silenen, entran en el Vaticano por la Porta del Popolo y reciben la bendición del pontífice Julio II. Es la fecha de nacimiento de la Guardia Suiza Pontifical. En esa época era corriente tomar el oficio de mercenario. Los cantones suizos tenían una población estimada en unos 500.000 habitantes. Siempre habían tenido los Alpes una tradición guerrera. El historiador Tácito reconocía que "los helvéticos son un pueblo de guerreros, célebres por el valor de sus soldados".
Las condiciones económicas de los cantones suizos eran precarias, densamente poblados donde la pobreza era grande. Los suizos concebían este trabajo mercenario como una emigración temporal en la que además de la soldada, el aliciente del botín era importante Sin caballería y con artillería ligera, habían desarrollado tácticas de movimiento superiores a todos los demás ejércitos. Su disciplina era proverbial y se consideraba que eran los mejores soldados de la época, siendo sus servicios demandados por los monarcas europeos. Se decía que eran "murallas movientes". Se estima que había unos 15.000 hombres dispuestos a tomar este oficio que llegó a estar organizado bajo el control de la pequeña Confederación de Cantones. Los cantones suizos se comprometieron el 14 de marzo de 1510 con el papa Julio II por cinco años, poniendo 6.000 hombres a disposición defensiva u ofensiva de la Santa Sede. Julio II conocía bien los soldados suizos desde la conquista de Nápoles por Charles VIII de Francia. Anteriormente siendo cardenal había recibido en beneficio el obispado de Lausana por lo que estaba familiarizado con la organización de mercenarios que habían establecido los confederados. El primer pontífice de la familia Della Rovere, Sixto IV, había suscrito un acuerdo con los cantones confederados que le permitía reclutar mercenarios suizos. Incluso construyó alojamientos para ellos cerca de la iglesia de San Peregrino, en la actual via del Peregrino de Roma. También su sucesor Inocencio VIII (1484-1492) trató de servirse de ellos contra el duque de Milán. Y lo haría también el segundo de los papas Borgia, Alejandro VI, en ocasión de su alianza con el rey de Francia. Desde entonces, se comprenderían mal las innumerables guerras que azotaron la península de Italia si no se tuviera en cuenta la constante participación de soldados suizos en el lado de Francia, del Sacro Imperio Romano Germánico o de la Santa Sede. Cuando el rey de Francia Charles VIII se lanza en su aventura italiana reclamando el trono de Nápoles, varios miles de mercenarios suizos se encuentran en su ejército cuando éste entra en Roma a finales de 1494. Este ejército sorprendería a Europa por la contundencia y rapidez de sus conquistas. El cardenal Julián Della Rovere, el futuro Julio II, acompaña al rey francés en esta expedición para mostrar su enemistad con el pontífice Alejandro VI Borgia El aliado de Julio II para negociar el reclutamiento de los soldados suizos, Matthaus Schiner, obispo de Sion, fue creado cardenal “in pectore” por Julio II en 1508, siendo luego nombrado legado pontificio cerca del Imperio y de la Confederación Suiza. Fue quien recibió la rendición de Milán que puso luego en manos de Maximiliano Sforza.
En el punto de intersección de los brazos de la cruz se encuentra el emblema del Comandante en mando, con los colores de su Cantón de origen.
el uniforme de la guardia suiza pontifical El actual uniforme data del año 1905 cuando es introducido por el comandante Jules Répond. Inspirándose en los frescos de Rafael, introdujo el cuello blanco en lugar de la gorguera que se reserva solo para las galas, los guantes blancos y el casco morrión de metal claro con una pluma de avestruz de diversos colores según la graduación. A izquierda y derecha del casco se representa un roble, árbol que lleva las armas de Julio II. No se dispone de información sobre el uniforme que pudo haber llevado la Guardia Suiza en el siglo XVI, en tiempos de Julio II. Se tiene constancia documental de que eran vestidos a costa del erario del papa. Probablemente llevarían en el pecho la cruz blanca suiza o las dos llaves cruzadas pontificias. Sus armas eran la alabarda y la espada. La espalda, el pecho y los brazos estarían cubiertos por una coraza metálica.
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